El capitalismo reformado se caracteriza por ser un modelo bipolar, con fases de euforia y depresión
Gara Báez, Olga Casado, Gabriela Maestre y Aixa Sánchez
Antón Costas Comesaña es Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona. Además ha sido Presidente del Círculo de Economía de Barcelona, entre 2013 y 2015. A lo largo de su trayectoria ha investigado y reflexionado sobre el pensamiento y política económica liberal del siglo XIX, procesos de formación de las políticas públicas, y en particular sobre los procesos de la reforma económica.
P: ¿Prefiere el término “economía social de mercado”?
R: Este término se incorporó al lenguaje de la política económica a partir de la segunda guerra mundial. Expresaba el compromiso o contrato social, construido en esta época, entre los partidos políticos de izquierda y los sindicatos. En este acuerdo aceptaban que la economía de mercado podía ser una vía de creación de mercado, siempre y cuando los resultados se repartieran de una forma más equitativa en el conjunto de la sociedad. A raíz de ese compromiso que la derecha aceptó, se comenzó a hablar de economía social de mercado. Incorporando ese adjetivo se expresaba la idea de que se iba a cambiar la manera de gestionar la macroeconomía en beneficio de toda la sociedad.
P: ¿Es la “economía social de mercado” un concepto relacionado con el capitalismo?
R: Sí, pero es la vía o variante reformista del viejo capitalismo liberal de finales del s.XIX y principios del s.XX. Los movimientos de reforma del capitalismo y de la sociedad, al final derivan hacia uno de civilización del capitalismo liberal. En ese sentido la economía social de mercado se presenta como la nueva cara del anterior capitalismo.
P: En su último libro, explica que para corregir la crisis se aplicó una “austeridad expansiva”. Siendo estas políticas tan ineficaces, ¿cómo cree que se llegó a la conclusión de que debían aplicarse?
R: La austeridad macroeconómica consiste en cerrar el grifo de la política fiscal y de la monetaria. El argumento que utilizaron para aplicarla no tiene ninguna lógica en la teoría macroeconómica. Los Gobiernos creían que si se comprometían a reducir el déficit público, y por tanto a reducir el gasto, los prestamistas estarían dispuestos a volverle a prestar, y además lo haría a tipos de interés muy bajos. La aplicación de esta austeridad expansiva, fue una decisión tomada sin evidencias empíricas ni teóricas que la respaldaran.
P: ¿Porque la Unión Europea se ha recuperado tan lentamente de la crisis económica?
R: La economía de mercado ya venía funcionando mal desde los años 80. En 2008 tiene lugar una crisis financiera sistémica. Hay crisis bancarias que solo afectan al sistema financiero pero hay otras que afectan al conjunto del sistema económico, como la que se inició en 2008. En este año, los gobiernos ya no la consideran una crisis financiera, sino económica, y comienzan a cerrar el crédito a las familias y empresas. Esto provoca que estas dejen de consumir y que las empresas no inviertan y ni produzcan, dejando de mantener el empleo. Finalmente, en el año 2009 la economía se viene abajo, y entra en recesión. En 2009 se reúne el G-20, los países más importantes en términos económicos y deciden comenzar a aumentar el gasto y la inversión. En 2010, todas las economías del mundo ya habían salido de la recesión excepto una, la zona euro. El motivo fue que de pronto decidieron apagar la política fiscal y monetaria, sin comprobar antes que el sector privado estaba funcionando, que no lo hacía. Esto sumió a la zona euro en una nueva recesión que no finalizó hasta el 2013.
P: ¿Sigue España dependiendo tanto de Europa a la hora de regular la economía como parece por estas medidas?
R: En una situación de crisis económica, cuando hay mucha desconfianza al futuro, sino hay crédito la economía se viene abajo. En teoría económica se conoce como “prestamista de último recurso”, y consiste en que cuando nadie quiere prestar dinero tiene que haber alguien de último recurso que esté dispuesto a prestar. Esa es la función de un Banco Central, debe de ser como un banco de sangre, dispuesto a utilizar sus reservas cuando hay un accidente y los ciudadanos necesitan de esa sangre. Con la llegada en 2011 al BCE, del nuevo presidente Mario Draghi, cambia totalmente la política monetaria que había llevado cuando estaba presidido por Jean-Claude Trichet. En 2013, la Comisión europea, sin decir nada, comenzó a cambiar su política de austeridad. En este momento, autorizó a España, Italia y Portugal, a ser menos austeros y reducir a un ritmo menor su déficit público.
P: Además de las familias pobres, existe la ansiedad a la desigualdad futura; las diferencias entre ricos y pobres son cada vez mayores. ¿Estamos asistiendo a la desaparición de la clase media?
R: A partir de distintos eventos que sucedieron en la década de los 80, como la separación de la URSS, la reunificación alemana o la creación del euro, los tipos de interés se desplomaron y la inflación casi desapareció de nuestro países. Daba la impresión de que por fin el capitalismo podía funcionar de forma estable en beneficio de todos y se comenzó a desregular. Aquellas regulaciones que habían hecho que la economía funcionara durante cerca de 30 años, fueron eliminadas. La desigualdad volvió a aparecer, y la economía comenzó a monopolizarse de nuevo. La desregularización, la monopolización de la economía y también la globalización, provocaron una caída de salarios del 40-60% en las sociedades occidentales, generando desigualdad y pobreza por la parte de abajo.
P: ¿Existe alguna diferencia entre el capitalismo civilizado del que usted habla y la economía socialdemócrata que introdujo Keynes?
R: Keynes era un liberal con una gran conciencia moral, que pensaba que había que hacer todo lo necesario para conservar lo bueno que tenía aquella sociedad liberal, pero reformando la gestión de la economía. Keynes no tiene mucho que ver con el componente de reforma social, sino que considera es necesaria una mejor gestión del capitalismo para evitar las grandes crisis o recesiones. Keynes crea la macroeconomía, que no existía previamente en la teoría económica, pero no para reformarla sino en el sentido de economía liberal de mercado.
P: Una de las tesis expuestas en El fin del desconcierto es que los bajos salarios son la base de los problemas económicos que padece España. Entonces, ¿por qué cree que no los han subido?
R: Los salarios son muy importantes para la vida digna de las personas, un salario que no da para vivir, es un salario indecente. Los salarios son muy importantes para el buen funcionamiento de la economía capitalista, porque funciona sobre el consumo de las clases medias y de las trabajadoras, no puede funcionar solo con el consumo de los ricos. Si no hay buenos salarios el capitalismo no funciona, y eso es lo que está ocurriendo hoy. El BCE y la Comisión Europea dicen que el mayor riesgo que tiene la continuidad de la recuperación económica en Europa son los bajos salarios.
P: ¿Por qué se continúan pagando salarios precarios?
R: No tengo una respuesta clara. Un economista inglés de mediados del siglo pasado, estudió una serie larga de datos sobre empleo, paro, salarios y llegó la conclusión de que el salario y el paro tiene una relación inversa, es decir, cuando el empleo aumenta, los salarios aumentan. Esto se conoce como la Curva de Phillips. El desempleo se ha reducido en toda Europa, el empleo ha aumentado, y seguimos esperando que los salarios subieran como dice la Curva de Phillips. Entre los posibles explicaciones a porque la curva no funciona, se encuentra que las cifras oficiales no son reales, porque ese empleo no lo estoy tomando como un empleo full-time, y probablemente gran parte de esa empleo es precario, a tiempo parcial. Por tanto, la Curva de Phillipps era buena cuando hablábamos de aumento de empleo de calidad, si está siendo de mala calidad es probable que la curva de Phillipps aún esté un poco más atrás. Otra posibilidad es que nos hemos pasado en las reformas laborales y hemos descompensado el salario, que es el precio fijado entre trabajadores, sindicatos y empresarios. Este precio será justo siempre que las dos partes estén equilibradas. Si una parte de la negociación tiene mucho poder y la otra muy poco, es posible que el precio del trabajo no sea de equilibrio sino de monopolio, y eso es lo que sucede ahora.
P: Una de las tesis expuestas en El fin del desconcierto es que los bajos salarios son la base de los problemas económicos que padece España. Entonces, ¿por qué cree que no los han subido?
R: Ha existido una retórica muy potente en su influencia que venía a decir que la competitividad de las empresas y de un país estaba basada en los salarios. Este discurso ha sido muy fuerte, a pesar de que yo lo critico. Eso lo que ha llevado es a las reformas laborales que han desequilibrado el poder de negociación hacia las empresas y ha debilitado a la vez a los sindicatos. En la medida en que esto se ha producido y el discurso ha cogido fuerza, los salarios han ido a la baja con la idea de que esto era bueno, y en este sentido los gobiernos lo han permitido. Esto se debe a que, a la vez, este discurso venía acompañado de otra idea que se basaba en que en la medida en que los salarios bajaran, la competitividad mejoraría y la recuperación de la economía se iba a consolidar, y entonces todo el mundo el mundo acabaría beneficiándose. Es decir, los salarios volverían a subir y aquel sacrificio que se había hecho antes, sería recompensado en el reino de los cielos.
P: Con las condiciones económicas y sociales actuales, ¿se podría llegar a establecer un nuevo contrato social que contente a izquierda y derecha?
R: El contrato social del que habla el libro hay que reconocer que existe debido a las dos guerras que ocurrieron, que a su vez alteraron la capacidad de influencia en los diferentes sectores de la sociedad. Hoy tenemos unas condiciones no iguales, como decía Oscar Wilde: la historia no se repite. Dicho esto, la historia de hoy no es la de hace un siglo, pero sí que es verdad que rima con aquella situación. ¿Con las condiciones actuales se puede pensar en restablecer ese contrato social?
P: Hay un punto, en uno de sus artículos publicados en La Vanguardia, que no hemos podido evitar relacionar con la situación económica actual. Podemos ver que la burbuja de los alquileres se está inflando, y todo indica a que estallará en un par de años. Según la teoría económica, la economía es cíclica. ¿Por qué entonces es tan difícil tener en cuenta las crisis sistemáticas?
R: Existe una tesis sobre los ciclos políticos de la historia, sobre todo los de Estados Unidos, que se caracterizan por ser pendulares. Está recogida en la obra Los ciclos políticos en la historia norteamericana, de Arthur M. JR. Schlesinger y es aplicable en muchos otros casos.
En lo que a la economía se refiere, el capitalismo reformado en el que vivimos es maniaco depresivo, bipolar. Tiene una fases de euforia, donde creemos que todo lo que tocamos lo convertimos en oro, y tiene fases de depresión. Por lo tanto, claro que van a volver a haber crisis, lo que no sé es cuando.
Me gustaría retomar el tema de la vivienda. En el argumento de un economista, existe el riesgo de que utilizamos nuestro modelo de razonamiento para todas las cosas. Si se utiliza de forma humilde, explica cosas como puede ser el motivo por el que el precio de un bien, como es la vivienda, puede estar subiendo. En función del modelo económico, será necesario ver quiénes compran y venden porque el precio se forma entre ese juego que denominamos la oferta y la demanda. La razón por la que el precio sube puede justificarse porque, o bien hay mucha gente que quiere comprar dicho bien, lo que hace inevitablemente que suba el precio, o bien porque el número de los que quieren vender se reduce. En el caso de las viviendas, durante los años entre el 2003 y 2007 aumentó el precio de compra fundamentalmente porque de pronto hubo mucha demanda de compra de vivienda, a pesar de que los salarios estaban cayendo, y el crédito seguía aumentando.
En lo que al alquiler se refiere, el precio sí que es verdad que ha aumentado pero no se debe a la oferta. De hecho, la oferta es la misma. El problema en el caso de España es que alrededor de un 80% de todo el stock de viviendas residenciales, es de propiedad. Solo queda un 20% que, en principio, se podría pensar que está dedicado al alquiler, pero lo cierto es que de ese porcentaje entre un 7 u 8% está fuera del mercado, por los motivos que sean. Esto nos dejaría con casi un 12% de vivienda de alquiler, y en gran parte son viviendas que no tienen las condiciones para ser alquiladas. En otros países, el stock de vivienda es en propiedad mucho menor que el que se observa en nuestro país.
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